jueves, 29 de noviembre de 2012

Keyhole (Guy Maddin, 2011)


El protagonista de la Odisea de Homero, Ulises, realiza en este film un viaje trascendental a través de los vericuetos y las estancias de su inconsciente. Mediante una maravillosa fotografía y una puesta en escena magnífica, se nos imbuye en una mente confusa, donde la realidad, los recuerdos y la imaginación son uno solo. Esta indivisible frontera entre realidad y ficción podría, por ejemplo, remitirnos a El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961), aunque estamos ante un cineasta que articula desde hace tiempo un lenguaje propio y singular. Es Guy Maddin. Es cine de tintes surrealistas, confuso, onírico, complejo, de impresiones.

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  KEYHOLE / Jason Patric searching through the keyhole.
Photo © 2011 Cinema Atelier Tovar Ltd.
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KEYHOLE / Isabella Rossellini, David Wontner.
Photo © 2011 Cinema Atelier Tovar Ltd.

Personajes al borde de un abismo, perdidos y confusos, que no se terminan de desarrollar, que son sólo esbozos. Actuaciones que recuerdan al cine mudo por ciertas “exageraciones” en su interpretación. Diálogos que en la mayor parte del film carecen de sentido para el espectador, siendo la interpretación de los actores la transmisora de las pasiones que mueven a los personajes.

¿Qué nos intenta contar el director? Quizá sólo él podría saberlo. En realidad  Keyhole parece un ensayo visual, una reflexión metafísica del autor en torno a su propio imaginario, que cada uno es libre de interpretar o entender como prefiera. Maddin sólo sugiere. Rompe las barreras del cine tal y como se han establecido (continuidad narrativa, montaje basado en causa y efecto, argumento fácilmente digerible...) y realiza una película que debe verse más de una vez para llegar a entenderse mínimamente. ¿O tal vez no? ¿Es en este caso relevante el argumento? Desde luego parece ser lo último que persigue Maddin.

KEYHOLE / The Gang – shooting at the police.
Photo © 2011 Cinema Atelier Tovar Ltd.

La alternancia de planos no sigue la estructura narrativa convencional, basada en la pauta establecida, bien de causa y efecto, bien de continuidad de acciones. Y esto es lo que posiblemente descoloque tanto al espectador desprevenido, que contacte por primera vez con la obra del cineasta canadiense, como al más avezado de los concurrentes. Esta especie de deconstrucción del MRI obvia elementos, es decir, da por hecho cosas que el espectador, obligado cómplice, debe dar también por hecho, pues se eliminan planos intermedios innecesarios, forzando al público a construirlos mentalmente y aunar las ideas que de ellos se derivan.

El uso del b/n, que permite un mayor impacto visual y emocional, ayuda a que Maddin coquetee con el surrealismo en una estética que homenajea al cine negro. Aunque, a primera vista, Keyhole no se pudiera enmarcar dentro del Neo-noir en cuanto a fondo pero sí en cuanto a forma, una vez que se intente atisbar en el contenido y se profundize levemente en los personajes, se hallarán varias características que permitirían clasificar Keyhole como Neo-noir.

Según los parámetros establecidos por Hollywood (MRI), esto no es cine, sino un fluir continuo de imágenes danzando en la mente de este alquimista del séptimo arte. Por ello, es necesario abrir un poco (o mucho) la mente e intentar comprender diferentes modos de entender el cine y su ejecución. Keyhole no es otra típica (y aburrida, por predecible) historia americana. Su valor reside en su excepcionalidad, sin ser por ello una obra maestra, pero sí un film interesante, necesario y de obligado visionado para los cinéfilos. Una rara avis que nos hace ser conscientes, una vez más, de las múltiples posibilidades que el cine puede dar. Merece la pena sólo por el apabullante poderío visual que la caracteriza y por sus imágenes hipnóticas, sobrecogedoras, oníricas... Guy Maddin hace gala, como es habitual en él, de su virtuosismo en el control de un montaje muy fragmentado y complejo, acompañado de planos de gran belleza compositiva y formal. Sólo hay que percatarse de la sutilidad en la colocación de los personajes, del atrezzo, de angulaciones poco usuales, del juego de luces de la iluminación y, sobre todo, de cómo saca tanto partido visual de tan pocos medios. Maddin nunca ha negado su admiración por el cine soviético y por el montaje de atracciones (con Eisenstein como director paradigmático)... y eso se evidencia en Keyhole.

KEYHOLE / Jason Patric with Brooke Palsson on his shoulder coming home.
Photo © 2011 Cinema Atelier Tovar Ltd.

En cuanto a nuestra experiencia durante la proyección del Festival de Sitges, en un único pase en el Prado donde se agotaron las entradas, nos llamó poderosamente la atención que un director poco conocido para el gran público a nivel internacional tuviera tan buena recepción. Una vez más se demuestra la cinefilia reinante entre el público de Sitges.

© Un invento sin futuro

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